Sor Ascensión de San José fue una de las 14 monjas que debió abandonar el monasterio Madre de Dios en Huéscar, al que ingresó a los 17 años, a causa de la persecución religiosa. La persecución se agravó en Huéscar a inicios de 1937. Sor Ascensión fue arrestada el 16 de febrero, solo por portar un crucifijo al cuello. 

En los calabozos del ayuntamiento en donde los republicanos la tenían prisionera, estos se entercaron en querer “oírla blasfemar”. No lograron su cometido y la religiosa les contestaba con breves oraciones. La golpearon, la apalearon y la dejaron tirada en el suelo. Al siguiente día la forzaron a subir a un camión junto a otros prisioneros, pero no tenía fuerzas para hacerlo, por lo que la cargaron. Los llevaron hasta el cementerio y los fueron fusilando uno por uno, entre ellos a su sobrino Florencio. Los republicanos volvieron a insistirle para que blasfemara, pero ella siguió negándose. Pusieron su cabeza sobre una piedra y con otra le partieron el cráneo. Sus últimas palabras fueron el “grito de guerra” de muchos otros mártires: “¡Viva Cristo Rey!”.

Eso ocurrió en la mañana del 17 de febrero de 1937. 

La beatificación se realizó el sábado 18 de junio.